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martes
Aun recuerdo esas tardes eternas de mi niniez en Nunoa, donde, escoltado por cienpies, chanchitos y tablas tenia espacio y tiempo para crear los mas fantasticos y originales vehiculos intergalacticos. En ellos subia toda mi legion de insectos y lagartijas, ademas de los miticos hombrecitos "Action Jack". Engranajes de plastico, poleas de lana y ruedas de cholguan: me sentia inmenso, libre de crear maquinas de las que estaba convencido podrian moverme. Alguna vez me resulto, creo. El mundo era amarillo gracias a la mica del casco de juguete y mis temores eran la noche (porque los bichos se arrancaban) y que no le faltara agua a la betonera de mi Fischer-Price. Omnipotente guillotinador de gusanos y gobernador del patio, me tomaba un break a la cocina (como si todo ese maravilloso mundo hubiese sido estresante) y comia indistintamente yogures y helados de palito elaborados con paciencia y jugo en polvo. Luego, cuando la destruccion era masiva, me pasaba al patio de adelante, a observar caracoles y plantas, principalmente helechos que, para hormigas y larvas, parecian enormes sequoias americanos.
Despues llegaba a la calle el "Senior de los Algodones" quien, no en vano, tocaba su corneta caracteristica por largos minutos cerca de mi casa.
Llegaba el punto en que no aguantaba mas y corria donde la nanita a pedrile 15 pesos (que en esa epoca alcanzaban para 7 sobres de laminas y un media hora). Ella, acostumbrada a tal acoso, intentaba dar excusas que se diluian en mis ojos avidos de azucar.
Monedas en mano, el algodonero y yo maniobrabamos entre las barras de la reja para que el algodon cambiase de duenio sin ser contaminado por el metal.
Otras tardes, era el "Caballero de los Posters" quien me horrorizaba infinitamente con sus figuras de musicos de rock. Calaveras, guaguas sangrientas y tipos chascones. Otras veces eran Frutillitas, Hello Kitties y Piolines: la exposicion artistica a domicilio era decision exclusiva y arbitraria del caballero.
Esas obras eran para mi en aquiella epoca, creaciones alejadas e inalcanzables, porque no tenia 100 pesos y porque no habia mas espacio en mi pieza, que era un territorio ocupado por peluches y camiones tolva. Que sera de mi oso "Fu" rosado con ojos de vidrio y lengua de fieltro rojo?
Muchas veces terminaba asi el dia, con el miedo que los monos feos del caballero no se me aparecieran en la noche o con la alegria de haber construido un vehiculo para transportar insectos a otros lugares, esos que salian en las enciclopedias gordas que habia en la casa.
Se oscurecia y me iba a mi sillita de mimbre, por donde se desparramaban mis piernas casi obesas, a ver Patio Plum y mas tarde el programa "Mundo" de Hernan Olguin.

Mostraban un futuro que a esta altura ya paso y que no fue tan maravilloso ni robotico como prometian los seniores de delantal y barba.
3/30/2004 ::
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